Ecuador da giro a la ortodoxia y vuelve al FMI
El gobierno ha cambiado radicalmente su modelo económico desde la salida de Rafael Correa. Ahora abre las puertas a los inversionistas extranjeros y cambia el financiamiento de China por el de organismos multilaterales.
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Frankfurt
Si hay un país que resume el giro político que ha vivido la región, ese es Ecuador. Tras una década de ataques a la empresa privada y a los mercados, el país se ha volcado a ellos en busca de ayuda para reactivar la economía, estancada y endeudada tras una década de exceso fiscal. El hito más reciente ha sido el recurrir al Fondo Monetario Internacional para pedir un préstamo por US$ 4.200 millones. El organismo, que incluso fue vetado varios años por el gobierno anterior, será el mayor aportante en el plan de financiamiento multilateral por US$ 10 mil millones, con el que el gobierno de Lenín Moreno busca sacar a la economía de su estancamiento.
“Nos vendieron una revolución. Mientras tanto, la situación de la economía no era saludable. No había tal bienestar como narraban”, denunció Moreno ante la prensa e inversionistas extranjeros reunidos en España, en mayo de 2018, un año después de haber asumido el poder.
Cuando dejó el gobierno, la mayor bandera de Rafael Correa era la reducción de la pobreza, que en diez años bajó en 13 puntos a un 24%. Lo que no reconoció es que su modelo económico, basado en un fuerte gasto fiscal y endeudamiento, dejó al país con las arcas vacías y una costosa necesidad de financiamiento.
“Correa generó desequilibrios muy grandes”, señala desde Londres Patty Cao, analista de deuda soberana en Merian Global Investors, que administra uno de los fondos que ha apostado por los bonos del país andino.
Los desequilibrios a los que se refiere Cao son una economía en recesión, un déficit fiscal de 7,5% del PIB, una deuda pública en 45% de la economía, y reservas internacionales (de US$ 2.700 millones) que apenas alcanzaban para cubrir la mitad de los depósitos de la banca privada; menos de US$ 1.000 millones en inversión extranjera directa, y necesidades de financiamiento por un 7% del PIB.
Hacia fuera, la administración era conocida por su milagro económico, tras lograr darle estabilidad al país, reducir la pobreza y tener un bajo desempleo (menos de 5%).
“(El bajo desempleo) se debe sobre todo a que hay categorías de subempleo y empleo inadecuado que son realmente desempleados. Por ejemplo, ahora hay cerca de 1 millón de personas en empleo no remunerado. Una parte es desempleo disimulado”, explica el economista ecuatoriano Pablo Lucio Paredes, director del Instituto de Economía de la Universidad San Francisco de Quito.
Hora del ajuste
Otro factor es el rol del Estado como principal empleador. “El sector público triplicó su tamaño, en número de trabajadores, durante la década de Correa”, apunta Cao, quien aplaude los esfuerzos que ha hecho el gobierno actual por imponer disciplina fiscal. Medidas como el recorte de salarios a los empleados de empresas públicas y reducción de gasto han permitido reducir el déficit fiscal a un 3% del PIB.
Para Cao, una de las principales razones para apostar por los bonos ecuatorianos es el “claro quiebre” del gobierno de Moreno con las políticas de su antecesor. “El sector privado ha recuperado protagonismo, mientras Correa basó su gestión en el gasto de capital y endeudamiento, mientras aisló a la empresa privada. También es alentador que Moreno esté buscando inversión extranjera para aumentar la producción de petróleo”, agrega.
El quiebre de Moreno hacia una política económica ortodoxa es aún más notorio considerando que fue vicepresidente de Correa y candidato por el mismo partido: Alianza País. Paredes destaca el que no sólo se hayan dado marcha atrás a políticas económicas como el alto impuesto a la plusvalía inmobiliaria, sino también a medidas políticas. “Tiró abajo la reelección indefinida, ha cambiado todas las autoridades nombradas en la época de Correa, ha perseguido (aunque aún tibiamente) a los principales responsables de esa época por corrupción, hay un cambio en la actitud frente a los medios de comunicación”.
Un balance delicado
Moreno presenta sus medidas como un acto de justicia (en contra de la corrupción) y buen gobierno (reactivar al país). Pero no tenía muchas opciones. Tras insultar a los inversionistas extranjeros y declarar el default la deuda del país en 2008, Correa optó por financiarse con China, con préstamos a tasas de 7% y corto plazo, además de venta adelantada de petróleo y concesión de obras públicas. Las deudas con el país asiático suman US$ 8 mil millones, más de 20% del total. En 2014, la falta de liquidez obligó al gobierno a hacer las paces con el FMI, aceptar la revisión de su economía, para poder emitir nuevamente bonos en el mercado. Hasta 2017 sumó colocaciones por más de US$ 7.600 millones a tasas de hasta 10%. La administración de Moreno ha colocado en menos de dos años deuda por US$ 8.250 millones. El historial de defaults de Ecuador hace que sus papeles ofrezcan rendimientos atractivos en un mercado donde reinan las bajas tasas de interés. La fórmula funcionó mientras en la economía global dominaba el optimismo.
Pero el cambio de escenario, a un entorno más pesimista sobre la expansión global y una política monetaria más restrictiva, ha reducido las opciones de países como Ecuador para atraer a compradores de bonos.
“El FMI ofrece financiamiento barato”, recuerda Cao. El costo, sin embargo, son reformas y medidas de austeridad que podrían ser difíciles de implementar.
Una encuesta de la firma local Cedatos mostró que la aprobación a la gestión de Moreno cayó de 68% en enero a 34% en diciembre 2018. Fitch Ratings destaca que esto podría impedir medidas como un nuevo recorte de subsidios. La calificadora tiene un panorama negativo para la deuda soberana del país, debido a las altas necesidades de financiamiento y problemas de liquidez. A esto se suman una orden judicial para que el fisco ecuatoriano pague su deuda de US$ 3 mil millones con el fondo de pensiones a partir de este año; y el riesgo de una nueva baja en el precio del petróleo, principal fuente de ingresos del país.
Paredes reconoce que el escenario es difícil, dada la necesidad urgente de atacar tres problemas simultáneos: el bajo crecimiento, la baja competitividad y el ajuste fiscal. Fitch es poco optimista y cree que las reformas se estancarán y el país apenas crecerá de aquí a 2020. Sin embargo, el mercado, el FMI y analistas confían en que Moreno logre encaminar las reformas para superar una década de excesos.